Por Roberto Benzo*
A fines del año 2007 el flamante gobierno municipal de entonces convocó a personas e instituciones con conocimientos específicos en materia de tránsito. La feliz invitación se plasmó en la constitución de cuatro comisiones que abordaron distintos aspectos de la problemática en la ciudad: “Diagnóstico y estadísticas”, “Infraestructura vial”, “Educación” y “Prevención y control”.
En el mes de marzo del año siguiente la comisión de “Prevención y control”, en la que participamos con tantas expectativas y esperanzas, presentó a las autoridades de entonces sus conclusiones plasmadas en una serie de “Recomendaciones” y “Sugerencias”, la mayor parte de ellas de sencilla e inmediata aplicación.
Pasaron desde entonces casi catorce años. Muy poco o nada de lo indicado ha sido llevado a la práctica a pesar de los recordatorios a los gobiernos en distintos momentos. Las consecuencias de la desidia están en los titulares de estos días: “Mar del Plata encabeza el índice de siniestralidad vial de la Provincia”.
Ocurre en un país en el que los siniestros de tránsito dejan cada año más muertos que diez Guerras de Malvinas juntas. Ahora adicionemos a los datos anteriores los miles de parapléjicos, lisiados y discapacitados múltiples que han quedado postrados temporariamente o para toda la vida.
Si en medio del espanto aún nos queda alguna capacidad de asombro pensemos que se trata de una realidad que se refleja idéntica a sí misma en por lo menos la última década. Pues bien, sin quitar ni agregar nada, allí tenemos la dramática realidad del tránsito hoy en la República Argentina en general y en Mar del Plata en particular.
Pero como además no está nada bien eso de andar consintiendo el horror, todo esfuerzo por modificar el panorama debe ser bienvenido. En el 2019, último año de “normalidad”, fallecieron en la República Argentina 6.627 personas. Ciertamente no constan en el estudio consultado las decenas de miles de heridos e incapacitados involucrados.
En este punto, apresurémonos a dejar bien marcada una convicción: “Las leyes de tránsito que tenemos son muy buenas y tornan innecesaria una legislación diferente. El problema es que, vaya novedad, las leyes no se cumplen ni se hacen cumplir”.
En consecuencia, comenzando por un básico consenso sobre las infracciones más graves y recurrentes se puede pensar en algunas líneas de acción que permitirán, cuando menos, una inmediata mejora en los guarismos actuales. En este tema en el problema está la solución y pocas cosas en la vida parecen tener respuestas tan al alcance de la mano.
Las posibles medidas pueden encuadrarse en dos grandes familias:
a) Acciones de efectos mediatos, a mediano y largo plazo. Particularmente todas aquellas vinculadas con el proceso educativo. Por ejemplo, las campañas de educación vial, las modificaciones curriculares para incluirlas en los últimos años del polimodal o colegio secundario (próximo a la fecha en que se accederá por primera vez a la licencia de conducir), adecuados y eficientes cursos en la tramitación de la licencia, etc.
b) Acciones de efecto inmediato, que son las de mayor eficacia en tiempos más breves y que, por lo tanto, ocuparán estas propuestas.
Ante la evidente ignorancia de la ley de tránsito sería conveniente realizar una instrucción sistemática y eficaz de unas pocas nociones básicas para mejorar rápidamente el tránsito.
1) La prioridad del conductor que avanza desde la derecha es absoluta, en una intersección de calles no semaforizada y de igual jerarquía, respecto del vehículo que viene desde la izquierda y se pierde únicamente al momento de girar hacia otra calle.
2) La prioridad del peatón que atraviesa la calzada por la senda peatonal (demarcada o imaginaria) es absoluta con relación al tránsito vehicular.
3) El conductor debe anunciar en todo tiempo (día y noche) con antelación necesaria (p.ej. aproximadamente 50 metros en calles y 80 m. en avenidas) la maniobra a realizar mediante la utilización de la luz de giro, balizas, etc.
4) Se deben estrictamente las velocidades permitidas y conducir con toda la atención puesta en el tránsito, realizando “manejo defensivo”.
5) Mantener siempre la distancia reglamentaria con el vehículo de adelante. En principio, alcanzaría con “grabar a fuego” en los conductores (por ejemplo reiterándolas en todo tiempo en los cursos de manejo y de obtención de la licencia, con campañas específicas, obleas adheridas obligatoriamente al parabrisas frente a la vista del conductor, en las audiencias en los Juzgados de Faltas, etc.) estas cinco modestas nociones básicas para cambiar y mejorar la tendencia del tránsito en la ciudad.
Complementos adecuados se podrán identificar en las propuestas que siguen apenas a manera de ejemplo y entre muchas otras: La inclusión de obstáculos de superficie reglamentarios ubicados adecuadamente, es decir únicamente en las arterias sin prioridad de paso, representan, naturalmente junto a los semáforos, el medio más idóneo para lograr el cumplimiento de las normas referidas a velocidad y prioridades de circulación, entre otras.
Aunque resulte difícil de aceptar se advierte empíricamente que en una gran parte de los conductores desaprensivos el desprecio por la vida de sus semejantes es directamente proporcional al obsesivo cuidado que le brindan a su propio vehículo.
Adicionalmente, se pueden reforzar las prioridades con cartelería adecuada (“Pare” o “Usted NO tiene prioridad de paso”, etc.). Los comunicadores que cubren siniestros de tránsito podrían hacer cada día una invalorable e ireemplazable tarea formativa con el simple recurso de poner de manifiesto en todos sus reportes cuál de los vehículos participantes en la colisión tenía la prioridad de paso.
Y, ciertamente, llamando “siniestro” de tránsito y no “accidente” a lo que verdaderamente es un acontecimiento provocado por la imprudencia humana y no por un hecho imprevisible e inevitable de la naturaleza como sería el caso de un verdadero accidente. Las palabras no son inocentes.
Se debe instrumentar cuanto antes el SCORING, un sistema justo en el que todas las personas reciben al inicio un idéntico “crédito de confianza” por parte de la sociedad representado en una cantidad de puntos que se conservan o se pierden de acuerdo al comportamiento de cada conductor en la vía pública.
De esta manera quedan de lado las inequidades e injusticias que supone la multa económica: irrisoria para algunos, insoportable para otros.
Dos “pandemias” a erradicar: los vidrios polarizados, expresamente prohibidos por la ley y obstáculo insalvable para el manejo defensivo y el uso del teléfono celular y demás dispositivos electrónicos durante el manejo. Conducta gravísima y de potenciales consecuencias desastrosas.
Finalmente, siempre será necesario recordar la imposibilidad fáctica de alcanzar un hipotético “control ideal” sobre todos los infractores sancionando cada una de las infracciones. Aunque resulte una verdad de Perogrullo, no es posible tener un agente de tránsito en cada esquina. Ahora bien, si esto es así, el Derecho Penal enseña las virtudes de la disuasión: El temor a la sanción, cuando es justa y se aplica, ordena las conductas conforme a la norma. Siempre es posible hacer algo mejor para terminar con este flagelo en el que nos va la vida.
*Abogado y docente universitario